Si posees temple, seguridad, certidumbre y firmeza, esto es lo tuyo.
En cuanto te llegue un perro, vincúlalo a ti. Te va a coger cariño enseguida.
Va a venir a la peluquería encantado de romper la monotonía de su rutina diaria.
Deja que te conozca y te valore antes de comenzar a trabajar con él.
A nada inteligente y sensible que seas, todo se te va a dar bien.
PELUQUEROS INCONSISTENTES
Entonces, ¿sí no tienes una personalidad adecuada, no puedes manejar perros?
Si no posees esas cualidades, tres consejos:
1º) Vigila mucho el proceso de aprendizaje. Apóyate más que nadie en un buen proceso de aprendizaje.
2º) Desenvuélvete en la peluquería como un robot.
Manéjate con rutinas. Déjate de cariños y cariñitos.
En este sentido, las máquinas de lavar perros funcionan mejor que los peluqueros inconsistentes.
3º) Y sobre todo no hables. No le hables al perro.
Compórtate como si fueses mudo o como si llevases un esparadrapo en la boca.
Evita esto: “Cuantas veces te tengo que decir que no te sientes”; “por favor, Rasputín, que no te sientes”; “Rasputín por favor”.
No hables o el perro descubrirá tu merengue interior por la voz y por la reiteración y la inconsistencia de tus órdenes.
Es fundamental que el perro no te cale.
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Todos, absolutamente todos los perros, pueden aprender a comportarse en la peluquería.
Unos antes y otros más tarde, pero todos pueden llegar a convertirse en clientes.
No se puede terminar más de veinte perros en un día con aprendices de clientes, pero sí es posible cuando los perros son clientes.
Por ello, hacer clientes no cuesta dinero y resulta muy rentable.
Esencialmente es cuestión de organizarse un poco para ayudar al perro a aprender a comportarse en la peluquería y de dispensarle un trato adecuado.
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